La poesía de Man Ray
(y los antídotos de Nicanor Parra)
Durazno Sangrando
Hace un par de semanas asistí a una exposición del fabuloso artista francés Man Ray que se estaba llevando a cabo en la Fundación Euroidiomas (Miraflores). Me había enterado un poco tarde de la misma, así que puse en marcha mi organizado sentido del tiempo (aquel muchas veces despiadado yoyó) y felizmente alcancé la última noche, la gloriosa noche de cierre que se advertía como un triunfo soberano, un lunes o martes no lo recuerdo con exactitud, solo recuerdo que la asistencia a dicha exposición me costó casi la totalidad de una conferencia sobre J.E. Eielson que se estaba realizando en el ICPNA de Av. Arequipa, a pocas cuadras de donde me encontraba (literalmente llegué en el último segundo, para la trágica no-sorpresa de algunos amigos que me estaban esperando). Pero de eso no entraré en detalles ahora mismo, sino de Man Ray. Man Ray el fotógrafo visionario re-descubridor de la “Rayografía” y reinventor del proceso de Solarización. Man Ray el especialista en retratos y el mundo de la moda. Man Ray el por siempre pintor fracasado. Man Ray el director de cortos vanguardistas y magistrales. Man Ray el genio vanguardista, eterno creador excéntrico. Todas estas cosas más-o-menos se dicen o se conocen de él. De hecho, mi lazo con su obra se forjó cuando en secundaria tuve acceso a algunos de sus experimentos visuales como su archiconocido Le Retour à la Raison (Retorno a la razón) y me quedaba helado sintiendo que acababa de presenciar una de las maravillas cósmicas del arte moderno, proveniente de aquel continente artístico y cultural que es en sí mismo Francia, de poco menos de 3 minutos de pura y absoluta sublimidad. Pero pocos hablan de su poesía o de su relación con la poesía y los poetas de su tiempo.
Más allá de que si la muestra cubrió o no mis expectativas, ya sea por la organización, administración del espacio, iluminación, etc. (sin referirme al material artístico propiamente), sí respondió muchas de las interrogantes que tenía respecto a la vida y obra del autor, generando a su vez otras nuevas interrogantes (y esto considero importante en una exposición) que no hicieron sino solo acrecentar mis ganas por conocer más de él. Uno de los elementos curiosos que saltaron a la vista, ya observando las fotografías, fue la cantidad de poetas que habían sido retratados bajo su lente, que no eran pocos: André Breton, Tristan Tzara, Paul Éluard, una del conjunto surrealista y hasta del enorme aunque no tan conocido como poeta Salvador Dalí. Además, se encontraban varias ilustraciones que el mismo Man Ray le había hecho a un libro de poemas de Éluard, titulado Les Mains libres (Las manos libres), publicado en 1937. Todo esto me hacía pensar: ¿Habría sido el genio también poeta? Por supuesto, él hacía poesía a su manera, poesía visual como dirían algunos, haciendo mucho más que solo retratando la intimidad de un mundo propio, sino también creando formas y paisajes nunca antes concebidos fuera de la realidad de su lente dorado. Pero, ¿escribía también poemas? Aquella era la magna pregunta.
La cuarta fotografía de “Man Ray – Vistas del Espíritu”, dentro de las cincuenta y tres que había en la muestra, presentaba un retrato de Marcel Duchamp. Pensé en su amistad de toda la vida. Pensé en el involucramiento de ambos personajes en el Dadaísmo y el Surrealismo, las corrientes artísticas más importantes de comienzo de siglo. Pensé en sus experiencias, sus logros, sus musas, sus derrotas, sus aventuras por la electrizante vida de la vanguardia. Imaginé, claro está. Duchamp, quizá más conocido por su Desnudo bajando una escalera, también creó el concepto de los readymades (sí, el urinario volteado es uno de esos, probablemente el más famoso), como antídoto a lo que él denominaba “arte retinal”, es decir, el arte exclusivamente visual o hecho solo para complacer la vista. Esta fue, además, una forma de romper o desafiar los esquemas establecidos, los sacrosantos cánones del arte del momento. Cuando alguien ve uno de estos readymades no es inusual observar la precipitación del receptor con alguna exclamación del tipo “¿eso es arte, esa basura facilista es arte?”, (alegando a los clásicos modismos atribuidos a ese bicho raro que se hace llamar arte moderno), muchas veces dilapidando duramente al mismo Duchamp, cuando en realidad ese era precisamente el propósito del artista: cuestionar los fundamentos y límites de las obras, de la creación, o como él mismo diría: “(…) una forma de negar la posibilidad de definir el arte”. Aun así, no elaboró más de 20 de estos a lo largo de su vida y, de hecho, nunca pudo encontrar una definición plenamente satisfactoria sobre la nueva forma que había inventado. Man Ray también habría incursionado en esta práctica, alentado por su entrañable amigo, siendo quizá su obra más conocida en este rubro su Objeto para ser destruido.
Sin embargo, al ver algunas de estas confecciones, no pude dejar de pensar en otro gran visionario, un poeta de nacionalidad chilena que hace unos días acaba de cumplir un centenario y se encuentra más que vivo y coleando: me refiero al gran Nicanor Parra, el anti-poeta por excelencia, y es que cuando en 1972 publica Artefactos, dándole un grado evolucionado a su ya establecido lenguaje anti-poético (que le ha ganado más de una querella desde su nacimiento), elabora una nueva poesía utilizando elementos visuales, azuzando -si es posible- aún más a sus detractores. Estas son instalaciones materiales donde Parra utiliza “(…) objetos de desecho, basuras que deja la sociedad de consumo y que él recicla dándoles un carácter poético a través de una frase que también ha sido reciclada de por ahí”, según el libro Artefactos Visuales, dirección obligada. Así, siendo los readymades en sí mismo nada más y nada menos que la reutilización modificada de objetos ordinarios manufacturados, podemos establecer un claro símil entre ambas formas artísticas. Es más, la postura del Dadaísmo y la anti-poesía de Parra tienen como fundamento principal una provocación abiertamente declarada al establishment, por lo que no habría que sorprenderse sobre la posibilidad de que el poeta mayor Nicanor haya tenido alguna influencia directa del excéntrico francés. Pero no estoy en condición de emparentar anti-artes, así que…
Volviendo a Man Ray (que en realidad era americano y se llamaba Emmanuel Radnitzky, aunque él siempre lo negó), sí escribió poesía. Publicó un libro en el año 1914, cuando aún vivía en los Estados Unidos y estaba todavía casado con su primera esposa, la poetisa belga Adon Lacroix. ¿Cuál era su título? Adonismo – algunos poemas de Man Ray. Todo un artista. Pero antes de dejarles un pequeño poema de él (traducido por este humilde patrono), ya finalizando estas líneas, es necesario mencionar una de las frases inmortales del autor que me dejó pensando: “Yo no fotografío la naturaleza. Yo fotografío mis visiones”. Y es que estas palabras, a su vez, me hicieron recordar un verso de un poema de Bolaño (quien por cierto tenía como poeta favorito a Parra) que reza así: “Solo la fiebre y la poesía provocan visiones”. Entonces quizá Man Ray sí haya sido un poeta después de todo. Un poeta afiebrado, eso sí.
Retrato
Oh manos magulladas
Oh rostro alado
Oh cuerpo arraigado
Encerrado en un vestido desnudo
Con una faja silenciosa en la cintura
Y bisuterías de tono entero ajustando la garganta
Oh alma corpórea
Dejada en libertad por amor –
El sol acoge al desierto
Y el desierto su oasis
Mientras que toda una vida
Que varía de principio a fin
Se contiene a sí misma.
Man Ray