Vuelo a Cusco, por fin pisaría la tierra nuestra, la tierra del inca.

Primera imagen, los poetas pegando los afiches de la Caravana. Buena forma de instalar poesía en los muros de la ciudad. Era seguro que el aroma que nos dejaría la sensación de leer allá no era otra cosa que de hermandad.

Las plazas, las calles empedradas, el mercado de San Pedro, la crema de Zapallo en San Blas y toneladas de recuerdos en casi diez días.

No había sino un charco de frío que nos inundaba el cuerpo cuando caminábamos en las noches cusqueñas. Cada paso era una consigna de pasar a la eternidad de la cultura en nuestro país. Todo un grupo nutrido de arte entre Cusco, Arequipa y Lima haciendo historia para el Perú. Increíble.

Los lugares asignados para cada recital fueron mágicos. El encuentro poético de varias generaciones las hizo una sola en medio de un recorrido interminable de poesía.

Cada noche un brindis con Inkaria hasta altas horas. Todos abrigados con chuyos, con chalinas, mitones y orejeras. Cada poeta con su estilo, con su escritura intacta que iba dejando huella en el corazón de cada uno de nosotros.

Sorprendente la lectura en el planetario. La tierra, la trocha, el pasto y nuestros versos adornando un lugar que se abrigaba por una fogata de fuego y almas unidas.

Yo no sé si era ese cielo estrellado el que nos alumbraba cuando desde allá arriba bajábamos a la ciudad o eran nuestras vibras las que no dejaban que nos quedemos a obscuras por ese camino. Sólo entiendo que al andar con las manos en los bolsillos y con el cuello gacho, cada pensamiento del instante que estábamos viviendo se convertía en poesía.

Urubamba nos hizo recitar en una banca verde, y con megáfono en mano sorteamos la tarde para hacer unas monedas. Genial.

Los talleres me mostraron que el poema final que todos algún día escribiremos se encontraba casi a la vuelta de la esquina de la placita de Ollantaytambo. Allí paralelo al río.

Quizá algún día tome una foto en esa esquina y en la leyenda escriba que, por fin, después de haber conocido a tanta gente hermosa y entre ellos a mis colegas, un verso se ha hecho parte de esos mis recuerdos de Cusco.

El regreso a Lima fue reencontrarme con ese fondo gris que es nuestra casa. Escribir esta crónica no fue más que rememorar los momerables momentos vividos y recorrer cada pedacito histórico de aquellos días en que trepé para tomar la bandera de mi patria y la besé en el ombligo del mundo.